Insufficient

"Abro este verso y su reverso

Me escondo en el repliegue de su fantasía habitada

Sin sueño en su pecho

sin sueño en el mío"

La Pura Calma - Gabriela Borrelli Azara

 

 

Mi autoestima vale una dádiva. La vendo, la empeño y la rifo a cualquier sinvergüenza que la quiera. 

Se me escapa de las manos, se me desvanece en el espejo, se pone rancia con el vino, se me cae de los bolsillos.

Está siempre atrás de todo, escondida, silenciosa, presurosa por irse.

Cada vez que me distraigo veo la puerta abierta y confirmo que se escapó de mí, se desprendió como un botón descocido.

Ni siquiera trepa por tejados como hace mi gato, 

elige arrastrarse como una sombra escalera abajo en medio de las tormentas, las noches o las reuniones estruendosas

se asusta por todo y no puedo mencionarme en primera persona sin pagar el precio de su repulsa

todo alago le resulta una lisonja, nada se atribuye, es impenetrable, su conciencia fatalista la pone en vereda ante cualquier mínimo brillo, 

no se deja, no se entrega, no se dobla, admiro su infranqueable orgullo.

Algunas veces, sobre todo cuando las urgencias exigen grandes logros, la hija de puta se tira por la ventana del sexto piso y me abandona. 

Me enfrenta todo el tiempo a comparaciones injustas, descabelladas, en las que perder es la única opción. 

Me somete a juicios leoninos, me señala, se empacha de realidad.

Me exige como si desconociera mis límites. 

Extasiada en su penitencia originaria me blasfema con una lista de deseos que no cumplí. 

Regodeada en su condena de marchitarse con el paso del tiempo se burla de no ser mi aliada, 

nada puedo darle desde una vanidad afónica y desnutrida. Lo sabe, se ampara en ello para escupirme a la cara. 

la desgraciada sacude el rabo con la muerte y lame las agujas del reloj. 

Entregada al vacío y la nada no me deja ser, me ata a una existencia de entrega y autocomplacencia en la que no tendré lugar para soñar.

en mi último cumpleaños aprobé una carta de resignación.

Ya no me siento a explicarle el retorcido entuerto del embeleco, 

ni trato de servirle néctar dulce de posibles sortilegios para darle coraje.

 Ya no trato de recomponerla. de enmendarla. 

Estuve cuatro largos años extorsionándola frente a unos ojos necios. 

 La forcé, la violenté, la ultraje. La vestí de puta. La paseé desnuda como una oferta de góndola. 

Siempre esperando, esperando que alguien el levante del olvido, del dolor, de la mishiadura

que le mientan con los ojos y la voz, que encuentre en manos ávidas un molde a tanto barro.

Su venganza es mi excesiva consciencia sobre nuestro único destino, la decrepitud. 

ahí voy, sola, sin ella, en un mundo de excesiva imagen en pantallas y vidrieras.

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Hasta La Próxima Sandez


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